Bursitis

Una bursa es un saco cerrado con un revestimiento sinovial que se asemeja al de las articulares diartrodiales (en anatomía, es una articulación con movimiento libre y con cavidad articular), en su interior existe una cavidad virtual con una mínima cantidad de líquido seroso que contribuye a la función de almohadillado entre estructuras conectivas. Se sitúan en lugares donde se requiere facilitar el desplazamiento de una estructura osteoarticular sobre otra, piel sobre hueso, músculo sobre músculo o tendón sobre hueso.
En el cuerpo humano existen más de 150 bursas en el sistema osteoarticular, según su localización anatómica se pueden clasificar en superficiales y profundas.
La inflamación de las bursas sinoviales, denominada bursitis, es una enfermedad muy frecuente entre los reumatismos de partes blandas, las bursitis agudas se pueden clasificar en sépticas y no sépticas (traumática, microcristalinas, cuerpos extraños o en el contexto de otras enfermedades sistémicas).
La bursitis es común en procesos inflamatorios de rodilla, tan solo 1 de cada 5 pacientes atendidos en Mediprax durante el estudio baropodométrico por lesiones en la rodilla llegan a presentar bursitis.
Las bursas con más frecuencia se ven afectadas por procesos inflamatorios o infecciosos. Se estima que hay una incidencia de entre 8 y 12 casos por cada 10,000 ingresos hospitalarios de bursitis sépticas, aunque su frecuencia podría ser superior, dado que los casos más leves son tratados de forma ambulatoria, y no siempre por atención especializada.

Debido a su localización subcutánea y a la exposición a traumatismos locales, las bursas superficiales, olécraneana, prepatelar e infrapatelar son las más afectadas por infecciones, las bursitis más frecuente es la de la localización olecraneana. El mecanismo patogénico más frecuente de infección de una bursa es la inoculación (en biología es introducir algo que crecerá y se reproducirá, y comúnmente se utiliza esta con respecto a la introducción de suero sanguíneo, una vacuna o una sustancia dentro del cuerpo de un humano o de un animal) directa de los microorganismos habituales de la piel en una zona de traumatismo previo o por celulitis primaria, seguida de diseminación a la bursa. Esto se basa en el hallazgo frecuente de lesiones cutáneas (contusiones, abrasiones y laceraciones) en la vecindad de la bursa infectada y la ausencia de bacteriemia en la mayoría de los casos de bursitis superficiales. En los casos en que no se detecta puerta de entrada y se aíslan bacterias infrecuentes, como mecanismo debe considerarse la diseminación hematógena (que se origina en la sangre).
La bursitis séptica ocurre con más frecuencia en varones entre la cuarta y la quinta década de profesiones en las que se ejerce presión sobre las bursas y existen factores predisponentes ocupacionales en más de la mitad de los casos. Las bursas profundas que se afectan con mayor frecuencia son la subacromial, en las extremidades superiores y la trocantérea, la anserina, la gastrocnemio semimembranosa y la retrocalcánea, en las inferiores; también se afectan, aunque con menor frecuencia, el iliopsoas y la subdeltoidea.
La bursa anserina se encuentra habitualmente entre los tendones de la pata de ganso y la superficie ósea anteromedial de la tibia proximal en 66% de los casos, entre el ligamento colateral medial y los tendones de la pata de ganso en 20% de los casos, sin diferencias entre hombres y mujeres. La pata de ganso puede sufrir también una alteración secundaria al utilizar alguno de los tendones que la constituyen como injerto en reconstrucciones de ligamentos de la rodilla.

La tendinitis, tenosinovitis o tendinosis de la pata de ganso se consideran patologías causadas por sobreuso que se asocian y a veces son consecuencia de una bursitis. Terminan en la degeneración crónica local de los tendones afectados, algunos autores incluyen entre los mismos al sobre uso del músculo semimembranoso.
Los factores de riesgo sistémicos, observados de forma común para los casos de bursitis superficial y profunda, están presentes entre un 14 y un 88% de los casos, son la diabetes mellitus, el abuso crónico de alcohol, el estado de inmunodeficiencia, el tratamiento con glucocorticoides a dosis elevadas y la insuficiencia renal crónica. Otras condiciones asociadas fueron: pacientes con enfermedad pulmonar obstructiva crónica, cirugía previa de columna, lupus eritematoso sistémico, esclerodermia, infección por el VIH y hemodiálisis.
En caso de sospecha de infección se debe realizar aspiración del líquido sinovial y proceder a su análisis, ya que existen casos en los que coexisten infección articular y bursal. En el caso de bursitis profundas pueden existir complicaciones como la compresión vascular o neuropatía por compresión de estructuras adyacentes.
En los pacientes con problemas en la activación del tendón patelar las bursas infrapatelares y las suprapatelares son las más afectadas, es importante tener rehabilitación física y atender las alteraciones posturales, muchas de las alteraciones en la posición de las rodillas al estar de pie pueden verse alteradas por deficiencias de los apoyos del pie, en deportistas es importante realizarse análisis de la marcha, apoyos plantares y consistencia de carga por lo menos una vez al año. Esto se puede llevar a cabo por medio del estudio baropodométrico y si es necesario modificar las cargas plantares con ejercicios del pie y uso de plantillas ortopédicas.

La bursitis al ser un proceso inflamatorio puede volverse un padecimiento crónico, sobre todo si no se recibe el tratamiento específico. El especialista en estos temas es un médico ortopedista o traumatólogo.
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Referencias
Bernet, L. (2011). Bursitis prerrotuliana y enfermedad profesional. Asepeyo, 1-73. http://instituto-de-ciencias-forenses.com/images/trabajosMedicina/MME%202011%20%20BURSITIS%20%20PRERROTULIANA%20%20word%20def.pdf
Gutiérrez, J., Fernández, M. & Sandoval, S. (2014). Tendinitis y bursitis de la pata de ganso. Medigraphic, 10(3), 163-178. https://www.medigraphic.com/pdfs/orthotips/ot-2014/ot143d.pdf